21 dic 2009

Papa Noel y sus ayudantes


Y cuando salí de su casa, aún no me lo creía. Que estupidez.

Había que tener una imaginación enorme y una vergüenza inversamente proporcional para contarme esa historia.

Me llamó el 25 de diciembre, exaltada y muy nerviosa. Me preocupé y pensé que le había pasado algo la noche de Navidad, después de dejarla en su casa.

Estaba bastante borracha y la llevé hasta su portal, hasta ahí todo bien.

A la mañana siguiente (casi a las 14) suena mi móvil y me ruega temblorosa, que vaya a su casa.

Me planto lo más rápido que puedo en su puerta y me abre. Sigue vestida como la dejé la noche anterior, pero con el pelo aún más alborotado y toda la ropa arrugada.

Fuma cigarro tras cigarro y bebe de su botellín de agua mineral. Adriana es una "niña bien" encargada de una de las sucursales de una conocida cadena de tiendas de ropa más conocidas en el mundo. Su piso es casi un Loft y ella tiene ese aspecto de ganadora-atractiva. Alta, de más de 1.70, con unos ojos preciosos, rubia y con un cuerpo bastante apetecible.

"Tienes que escucharme, tienes que creerme", casi me susurra con la mirada perdida en alguna pared de su salón.

"Te escucho, Adri. ¿Te pasó algo?"

"Si…. Bueno, no. Joder… no lo sé"

Me arriesgo a preguntar lo que llevo sospechando desde que me llamó:

"¿Te atacó alguien?"

"Mejor, empiezo desde el principio" Me dice encendiendo otro cigarro.







Me dejaste en el portal y aunque pareciera que no, mi borrachera ya estaba más que acabada.

Subí y abrí la puerta. Nada más cerrarla escuché un ruido en el salón y me asusté mucho. Recuerdo agarrar el bolso con fuerza, pensando que eran ladrones. No encendí la luz (no me preguntes por qué) y solo pude reunir fuerzas para medio susurrar un "¿Ahí alguien ahí?" No obtuve respuesta alguna.

Seguí caminando despacio y pegada a la pared, camino al salón, justo donde estamos ahora.

Y los vi.

Hice el gran esfuerzo de no gritar y de fijarme bien, tenia que ser producto de lo que quedaba de la borrachera. Allí estaba una figura de Papa Noel colocando paquetes de regalo debajo del árbol de navidad, ayudado por tres... Joder… Tres enanos!!!. Créetelo, por favor.

Pensé que era una broma, una cámara oculta, vosotros en mi casa vestidos de Papa Noel… pensé muchas cosas, hasta que al final me encontré debajo del marco de la puerta mirándolos fijamente.

Reuní las fuerzas suficientes para decir:

"¿Quien coño sois y que hacéis en mi casa?"

Los cuatro personajes se giraron y me miraron. El que iba de Papa Noel, se levanto despacio, con las manos pidiéndome calma.

Agarré el jarrón de mi derecha y amenacé con arrojárselo.

El tono que salió de su boca, fue lo más relajante que he escuchado jamás.

"Tranquila, niña. Solo hemos venido a traerte tus regalos de navidad"

Volví a dejar el jarrón en su sitio y baje mis defensas. Un hombre así con esa voz, no podía ser malo.

"Eso es pequeña niña, relájate. No va a pasar nada" Era hipnótico.

Me acerqué al sofá donde estamos ahora y me dejé caer. El sueño me pudo y cerré los ojos.

Me despertó un: "Quítaselas, quítaselas"

Y poco a poco abrí los ojos.

Incorporé la cabeza ayudada por los tirones que sentía en mis piernas.

Abrí los ojos del todo y vi a los tres enanos, dos de ellos abriéndome las piernas y el tercero tirando de mi tanga.

El señor de rojo, con barba blanca, estaba apoyado en la pared viendo la escena.

Traté de zafarme de los tres pequeños hombres, pero cuando intenté agitar mis piernas, la maldita voz de aquel simpático y gordito hombre me volvió a hechizar.

"Tranquila Adriana, es Nochebuena, relájate y disfruta".

Mis piernas se volvieron pesadas y mi cuerpo sufrió otra vez el desplome casi orgásmico que había sufrido minutos antes… Solo que esta vez no me dormí.

Con mis piernas totalmente abiertas, la maniobra de bajada de tanga fue más que fácil. El mismo que lo arrojo a los pies del hombre de rojo, dio dos pasos y se metió, literalmente entre mis piernas.

Sin poder ver nada, puesto que por su pequeño tamaño, mi falda arremangada lo tapaba casi por completo, sentí como unas pequeñas manos abrían mi depilado coño y una experta lengua comenzaba a chuparlo.

Mi cabeza dio un respingo hacía atrás y un gemido salió de mi boca.

"Le está gustando" Escuché que decía otro de los enanos.

Los dos amigos del que me estaba comiendo el coño, subieron al sofá y con una rapidez increíble y a la primera lograron quitarme la camiseta de tirantes y dejarme solo por unos segundos en sujetador; el cual quitaron con suma facilidad.

Mis pechos quedaron al aire por poco tiempo, sus dos pequeñas bocas comenzaron a succionarme los pezones.

No voy a mentir y entre el desconcierto, los grados de alcohol que quedaban en mi sangre y que los jodidos enanos lo estaban haciendo de película, comencé a sentir que mi cuerpo se abandonaba a la lujuria y el placer.

El orgasmo lo tuve con la lengua del pequeño hombrecillo en el fondo de mi coño. Subí mis caderas instintivamente mientras un "Iiiiiihhh" salía de mi boca.

Me volví a relajar.

La siguiente imagen que recuerdo es al pequeño ser que me había dado placer increíble en mi coño, subido encima del sofá, bajándose el peto que vestía verde, delante de mi cara.

La realidad me invadió de nuevo y pensé que un enano me iba a enseñar su polla. Mientras que los otros dos seguían lamiéndome y comiéndome los pezones.

Volví a sentir esa sensación de la que está haciendo algo desagradable, anormal… pero otra vez el maldito viejo barrigón de rojo volvió a hablar.

"Es Nochevieja, pequeña, relájate"

Y así fue.

El enano logró quitarse los pantalones y dejar delante mía su pequeña polla. Medía unos 6-7 centímetros y aunque tuviera ese tamaño, parecía bastante dura.

Se acerco a mi y con sus pequeñas manos me abrió la boca. Sin dificultad lo consiguió y con un paso hacía mi, me metió su pequeña "cosa" en mi boca. Sin pensarlo y mientras los otros dos habían dejado de succionar mis tetas, comenzó a follarme la boca.

Su pequeño cuerpo se movía ágilmente y he de reconocer que su polla sabia diferente a todas las que había probado. Era un sabor dulce, rico, sabroso. Comenzó a gustarme, así que mis manos tomaron sus pequeñas nalgas y comencé a chupar con avidez.

No podía creer lo que estaba haciendo.

Logré ver a los otros dos enanos, desvistiéndose, mientras hablaban entre si.

La aguda voz del que estaba metiéndome su pene en mi boca comenzó a pasar del "Chúpamela, así, así" a un sonido gutural que nunca había oído.

La sorpresa auditiva se acabo de repente cuando noté en mi lengua la corrida del pequeño hombre.

Su sabor….. dulce, espeso…raro…. Delicioso. Me gustaba, si, chupé, chupé, succioné hasta la última gota de su corrida.

La imagen debía de ser bastante cómica, puesto que los otros dos comenzaron a reírse.

El primer enano se separó de mi como pudo y mi avergonzada cara quedó libre de nuevo… no por mucho tiempo.

Los otros dos, ya muy excitados por la escena que acababan de ver, se lanzaron sobre mi.

Me tumbaron en el sofá y mientras uno se puso sobre mi cara, el otro comenzó a comerme el coño.

Su polla sabía igual de bien que la de su anterior compañero, así que esta vez Papa Noel no tuvo que decir nada para calmarme.

El otro trataba de meter su pequeña cosa en mi mojado coño.

"Siempre igual, no es posible" Decía

No se si por pena o por gula, lo tome por la mano y lo subí hasta mi cara. Con uno a cada lado de mi cabeza, me metí las dos pequeñas y dulces pollas en mi boca. Cabían perfectamente y así estuve chupándoselas mientras que ellos acariciaban mis mejillas, mis tetas, mi cuello… acariciándome todo lo que sus cortos brazos alcanzaban a tocar.





Así chupando fuertemente y con mucha sed, logré que los dos se corrieran a la vez en mi boca. Su sabor no me defraudó. Dulcísimo, casi como leche condensada. Casi me trago a los dos hombrecillos de tan fuerte que succionaba, no quería dejar nada en sus pequeños huevos.

Se incorporaron los dos y comenzaron a vestirse. Mientras yo me limpiaba la comisura de los labios con la lengua.

Miré al viejo gordo y barbudo con voz relajante, y no me lo pensé dos veces. Corriendo a gatas me acerqué hasta el y con un fuerte movimiento, le bajé los pantalones, una arrugada y pequeña polla apareció entre las delgadas piernas del viejo.

La tome con mis dos manos y comencé a chupar, buscando ese sabor. El viejo se reía mientras me miraba por encima de su gran barriga. Su polla comenzó a ponerse morcillona. Yo trataba por todos los medios de que se corriera cuanto antes. Chupársela a un viejo no resultaba muy agradable… aunque viniera de chupársela a tres enanos. Pero si el jefe de estos, tenia el mismo sabor que ellos, el sacrificio valdría la pena.

Noté como el viejo me agarraba de la cabeza y comenzaba a sufrir leves espasmos, seguido de un bufido y seguido de un chorro de esperma que inundó mi boca.

Su sabor fue tan increíble, que según caía por mi garganta noté como mi cuerpo se desvanecía vencido por su sabor.









"Tienes que creerme. Sucedió así, te lo juro" Me suplico Adriana

Independientemente de si la creía o no, mi excitación era máxima.

"Adri, creo que has soñado. Y creo que ha sido un sueño muy excitante, extraño y un poco bizarro, pero solo eso, un sueño"

"¿Y los regalos? ¿Que hacen esos regalos ahí? Yo no los puse, yo no los compré. No me he atrevido ni a abrirlos"

"Adri, quieres que me crea que entraste en tu casa, te encontraste con Papa Noel y con tres enanos ayudantes y que te corriste una orgía con ellos?"

"Sé que es difícil de creer, pero es la verdad…. Por favor" Me suplicó mirándome a los ojos.

Me levanté y cogí mi chaqueta.

"Mañana lo hablamos con más calma y seguro que todo esto tiene una explicación lógica" Le dije… quitándole una mancha blanca de su mejilla con una caricia.

Ya en el coche de vuelta a mi casa, seguía dándole vueltas al asunto. "¡Que locura!" pensé.

Pensé

Pensé

Pensé

"Quitándole una mancha blanca de su mejilla"

- Mierda –