17 jun 2013

Disfraces

La casa estaba lista... la fiesta también. Solo faltaban los cerca de 45 invitados que asistirían a una de las fiestas más populares de los últimos años. A base de esfuerzo, elegancia... y dinero, habían conseguido que la fiesta de la noche de Halloween en su casa fuera la más demandada dentro de su círculo de amistades.

Y eso les gustaba.

Eran un matrimonio de clase alta... bastante alta, el era cirujano y tenía (como no) su clínica privada. Ella abogada en un importante buffet de la capital. Dos hijos (hija e hijo) preciosos, listos y responsables. Su vida era ejemplar. Ningún escarceo fuera del matrimonio (y oportunidades habían tenido). Se podía decir que era el paradigma del matrimonio ejemplar y con clase.

Alberto era moreno, buen físico debido a las horas en el gimnasio, rozando la cuarentena
Melisa era delgada, hacía las mismas horas o más que su marido en el gimnasio. Morena de pelo largo, bonita cara solo retocada en los labios y el tatuaje permanente que se había puesto en la raya de los ojos.

Sus hijos, Beatriz y Daniel, de 9 y 11 años, eran un calco de sus padres, guapos, listos. No se podía pedir más.

Para esa noche y siendo festivo al día siguiente, los dos niños se quedaron a dormir en casa de sus abuelos maternos. Dejando la casa para la fiesta de "los mayores".

La chica que hacía las cosas de casa, que prácticamente vivía con ellos, se despidió de ellos tras haber terminado de ordenar el salón con todos los platos, bandejas de pinchos y las primeras botellas de alcohol en hielo. Le habían dado la noche libre y la joven tenía planes mucho más entretenidos y sexuales que estar allí con esa gente tan "ricachona".

Sobre las 22.00 de la noche comenzaron a llegar los invitados. Al ser una barriada tranquila y alejada del centro era fácil dejar los coches cerca de la casa.

En el piso de abajo comenzaron a juntarse abogados, jefes de bancos, médicos, jueces, abogados. Gente que no era la élite pero que estaba cerca de ella.
Ya estaban los cuarenta y tantos allí tomando los canapés y bebiendo vino, champán o whisky los más atrevidos.
Comenzaron a hacerse los típicos grupos de hombres por un lado y mujeres por otro. Apenas había gente en el jardín. En invierno hacía mucho frío, pero los que fumaban allí estaban con mucha más tranquilidad que los de dentro.
Ah, sí... Os preguntareis que tal los disfrazes.
Los había de todos los tipos y formas. La mayoría de hombres había elegido super heroes. La edad media de la fiesta eran los casi cuarenta y esa época de niño semi friki los había marcados. Spidermans y Batmans ganaban a los Thor y Supermanes.
Las mujeres, lógicamente, eran más escogidas: Princesas, alguna heroína, enfermeras (alguna sexy), policías, vaqueras... La calidad y la variedad era mucho mayor que en los disfraces de los chicos.

Melisa iba de Rokera de los años 60, leggins negros, brillantes y muy ajustados, camiseta con hombros al aire blanca y cazadora de cuero negra
Alberto había elegido un Spiderman muy elaborado, cuerpo entero, máscara incluida. No era al único pero si podía decir que era el mejor.


Pasaron las horas, eran casi las 2 de la madrugada y algunas parejas ya se habían ido (pocas), otras seguían hablando de negocios (muchas) y otras ya estaban algo ebrias (pocas)
Melisa intentaba controlar a su amiga Eva, que se puede decir que estaba ligeramente enganchada a los Gin Tonics. Eva era de las enfermeras sexys, estaba pasando una crisis en su matrimonio y eso no le ayudaba a controlar su "pequeña adicción". Melisa trataba de mantenerla sentada y distraerla con conversaciones banales... pero era difícil. Su marido estaba en amena conversación con una policía de corta falda y Eva ya estaba pensando en infidelidades (que las hubo) y en celos. Después de 30 minutos de charla y de tratar de que Eva cerrara las piernas, o las cruzara, debido a su estado ebrio y su enfado, Melisa logró que el marido de esta, Victor, se la levara a casa. El enfado de este era evidente; una bonita policía estaba contándole no sé que secreto profesional y tener que llevar a la borracha de su mujer a casa no le hacía demasiada gracia.

Melisa estaba cansada, algo bebida y decidió subir a su dormitorio, con la excusa de descansar un rato tras hacer de psicóloga de Eva. Algunas voces de negación, pero desde las escaleras les dijo que siguieran con la fiesta que ella bajaría de nuevo en breve (aunque sabía que iba a ser difícil).

Marcos y Luis eran amigos de Alberto desde el colegio, se perdieron la pista durante la universidad, pero el destino los llevó a reecontrarse en la ciudad una vez asentados los tres con sus buenos trabajos. La amistad creció con los años y nunca hubo problemas de ningún tipo, ni celos, ni envidias..... miento, envidia sí, se llamaba Melisa y estaba casada con Alberto.
Durante su noviazgo Alberto sabía que ambos trataron de "robarle" el tesoro, pero no fueron más que coqueteos de caballeros hacía una chica con novio. Ambos leyeron divertidas y "picantes" palabras el día de su boda.

Pero el deseo... el deseo es superior a la amistad, recordad eso amigos.

Ambos eran de los pocos que habían ido a la fiesta y estaban solteros. A Luis se le había acercado una compañera del buffet de Melisa con claras intenciones de no pasar la noche sola. Chica rubia, disfrazada de super heroina sexy (una mezcla de Catwoman y traje de practicar bondage) y toda una preciosidad... pero los planes tanto de Luis como de Marcos eran otros... muy diferentes.

Unos días antes de la fiesta sonsacaron a Alberto de que iría disfrazado y copiaron su idea. En la casa ahora había 4 Spidermans. Alberto se había contrariado ligeramente cuando los vió entrar en su casa con el mismo disfraz... y se había enfadado cuando vió que un acompañante de una amiga de Melisa tamibén lo llevaba.

Pero el plan, era el plan y ambos estaban dispuesto a llevarlo a cabo.

Alberto subió escaleras arriba a ver si todo iba bien. Abrió la puerta del dormitorio y, sobresaltando a Melisa, la pillo solo con su tanga y la camisa sin hombros. A Alberto no le quedó otra que sonreír maliciosamente y acercándose a su mujer, tomarle por las duras nalgas y susurrar "En cuanto todos estos se hayan ido, subiré y te echaré un polvo bestial". Melisa lo correspondió pasando una mano adelante y agarrándole el paquete. "Te espero... y si estoy dormida, no me despiertes. Fóllame y haz que me espabile con tu polla dentro de mi".
Este intercambio de palabras hizo que la polla de Alberto saltara como un resorte, al igual que las ganas de que la fiesta terminase.

Pero cuando volvió al gran salón, vio que allí no había nadie. Y no solo eso, las veinte personas que quedaban, estaban más animadas que nunca. Algo estaban leyendo y pasándose a través de los móviles que les hacía mucha gracia. Alberto se unió a la animada conversación, organizada por Marcos que leía chistes y pasaba vídeos graciosos a todos los comensales.
En un fugaz movimiento, Luis guiñó el ojo a Marcos que de inmediato, invitó a Alberto a que encendiera su PC al otro lado del salón para enseñarles las páginas de donde había sacado ese material.
Alberto dudó por unos segundos pero al final decidido a enseñar el también su material "simpatico" olvidándose en ese momento de su preciosa mujer adormilada en la cama.

Dejando las escaleras lejos del alcance de las miradas, todos se arremolinaron detrás de Alberto cuando este se sentó delante de su magnífico MAC.

Luis murmuró algo así como que se iba al baño, pero entre las risas y el tumulto apenas se oyó nada. Sigilosamente, como el personaje de su disfraz, se encaminó hacia el baño, que casualmente, se encontraba cerca de las escaleras que subían a los dormitorios. Con un movimiento felino giró sobre sus pasos y se encaminó escaleras arriba.

Curiosamente era Marcos el que animaba a Alberto a que buscara más cosas. La gente, entre las copas y las risas estaba animada a seguir confiando en que el anfitrión continuara enseñando vídeos y fotos graciosas.

Luis sabía perfectamente donde estaba el dormitorio de sus amigos. Llegó a la puerta, se colocó de nuevo la capucha del traje y picó suavemente. No recibió respuesta alguna. Picó un poco más fuerte. Pero tampoco oyó ni notó nada.
Nervioso, pero seguro de sus actos, abrió la puerta con cuidado, lo justo para asomar su cabeza y ver que Melisa estaba en la cama. Solo estaba tapada la mitad de su cuerpo, la calefacción estaba alta y no hacía falta mucho abrigo. La mitad sin tapar dejaba ver una pierna preciosa asomando y enseñando por su cadera el tanga que había usado con el disfraz. Una camiseta blanca y sin sujetador debajo completaba el más que excitante cuadro.

Hinchando su pecho de aire y de valor a partes iguales, se acercó al lado de la cama donde reposaba su objeto de deseo.

Al inclinarse para comprobar si Melisa dormía, se encontró con la sorpresa de que esta le esperaba con los ojos abiertos.

El terror se apoderó de Luis. Tratando de huir y olvidándose totalmente de que iba enmascarado y con el mismo disfraz que Alberto, se incorporó para tratar de salir de allí.
Una cosa era planear unos tocamientos a la mujer deseada de su amigo y otra estar cara a cara con ella, que te pillara y tener que explicarlo todo con cerca de veinte personas abajo.
Pero la reacción de Melisa no se la esperaba.

Sacando una mano, buscó la entrepierna de Luis. Cuando la encontró, este respiró hondo, se relajó y dio gracias a Spiderman y a su creador por el disfraz.

La mano de Melisa encontró la polla de Luis, la acarició suavemente a través del traje rojo y azul. Esta comenzó a crecer.

- Me la vas a meter como habíamos quedado? - Preguntó ella

Luis asintió. no se creía lo que estaba pasando. El plan loco, el plan suicida estaba saliendo a la perfección.

Melisa se incorporó, se sentó al borde de la cama y acercó su boca abierta a las mayas de Luis. Besó lo que pudo, acarició la verga con su lengua, la atrapaba con sus labios... hasta que notó que estaba durísima ya. En ese momento se incorporó del todo y poniéndose a cuatro patas sobre la cama dijo:

- Yo no me quito el tanga, como a ti te gusta y tu no te quites el traje, quiero que me folle Spiderman, duro - Dijo girando la cabeza y mirándolo con vicio en sus ojos.

Luis no se lo pensó y ya más calmado (aunque nunca del todo), se sacó su polla, dura y brillante y se encaminó hacia el culo de Melisa.
Retiró el hilo del tanga y vio un coñito totalmente depilado, brillante, húmedo. No pudo resistirse y acercó su cara a ese paraíso. Asegurándose de que ella no le viera, se subió la máscara justo para dejarse la boca libre. Sacó su lengua y comenzó a lamer todo aquel manjar que tenía delante suya.
Melisa dio un respingo, sorprendida por algo que su marido no solía hacer... comerle el coño. Pero supuso que serían los Gin Tonics de la fiesta y se dejó hacer.... y vaya si acertó

La lengua de su invitado jugueteaba con su clítoris, con sus labios, con su ano. Entre gemidos ahogados contra la almohada, Melisa tuvo un primer orgasmo.

- Dios, Dios, Alberto, que gusto... buuufffff, por favor, métemela, métemela ya - Susurró entre jadeos Melisa.

Luis obedeció encantado. Se incorporó y tomando con una mano su polla y abriendo los labios a Melisa con la otra se la insertó. Su sexo estaba mojadísimo, prieto, era una delicia. Luis siempre sospechó que tendría que ser algo increíble follarse a Melisa... y lo estaba siendo.

- Fóllame duro, muy duro cariño, hasta el fondo - Suplicó Melisa
 Así comenzó a hacerlo Luis, que tomándola de las caderas, comenzó a introducir su polla hasta que sus testículos empezaron a golpear a Melisa en cada embestida.

Ella gritaba, tratando de no hacerlo alto para que escaleras abajo no se dieran cuenta de qué pasaba ahí arriba.
El gemía, amortiguando la máscara los jadeos.

Alberto, animado por el alcohol y sus amigos (incluso alguna amiga), comenzó a buscar en páginas más subidas de tono. Tratando de comparar pechos y vergas la conversación se había hecho muy amena y entretenida. Excepto para algunas parejas que, incómodas, abandonaron el corrillo para sentarse en el sofá o irse a casa directamente.

Por más que la pareja de arriba hubiera gritado sus orgasmos, con las risas y el jolgorio de abajo no se hubiera enterado nadie.

Luis tuvo tiempo de amasar las pequeñas pero bonitas tetas de Melisa, agarrar sus nalgas mientras se la follaba, cabalgarla tomándola de su larga melena..... hasta que ella se corrió de nuevo. El no tardó en hacerlo.

- Dentro, dentro, córrete dentro - Le suplicó Melisa




Alberto y compañía habían subido más el nivel de erotismo de los vídeos y fotos que miraban. Ahora ya solo quedaban unas 12 personas. Los más jóvenes y mas allegados a la pareja dueña de la casa. Algunos, mientras veían el vídeo de un chico siendo masturbado por dos chicas vestidas de super heroínas, se acercaban demasiado a sus parejas. Las risas disminuyeron su frecuencia y dejaron paso a las exclamaciones más serias.
"Menuda tranca" dijo Ana, amiga de la infancia de Melisa
"Mira esa va de Superwoman, como tu" le dijo su novio a Cora, cirujana amiga de Alberto.





- Dios, Alberto, me has hecho gozar muchísimo - Dijo Melisa recostándose sobre el colchón

Luis, jugándose el tipo, acercó su húmeda polla a la boca de Melisa... esta dudando sobre lo que quería su "marido" se la metió dentro y se la limpió cuidadosamente, con sus labios y su lengua.

- Estás muy cachondo hoy, mi amor - Le dijo Melisa con cara de inocente

Luis, sin decir palabra, acarició la cara de su amiga y terminó tocando sus labios.

Luis se alejó, salió por la puerta y cerrándola, dejó a Melisa pensativa, tumbada de nuevo en su gran cama.




Alberto era el único que se había percatado que Ana estaba sobando el paquete de su marido Fidel. Los videos era ya bastante subidos de tono y un nervioso silencio reinaba en el ambiente.
Luis apareció sigilosamente, intentando no aparentar que llevaba cerca de 10 minutos arriba.
Marcos lo miró y Luis hizo un gesto inequivocamente victorioso y excitado. Marcos sonrió y alejándose tranquilamente del tumulto se sentó en el sofá de piel que reinaba en el salón.
Sin él, el corrillo sobre los vídeos de chicas y chicos "haciendo cosas divertidas" se relajó un poco.
Alberto se fue a servir un gin tonic más cargado de lo habitual. Ver a Ana sobando el paquete de su marido le había puesto de los nervios.

Pasaron más de me media hora. la gente estaba muy animada aún, los comentarios de los vídeos y los chistes sobre los mismos, ahora mantenían a la gente despierta.

Luis con toda la calma que pudo reunir, lo tomó por los hombros y se lo llevó a la cocina, donde estaban algunos amigos sirviéndose vino o acabando con los pocos pinchos que quedaban en las bandejas.

- Cuéntame ese problema que tienes con esa empresa de la que me hablaste - Le picó Luis
- Es largo.... pero es para quedarse tonto - Dijo Alberto, picando en el anzuelo que le había enseñado su "amigo"

Cuando desaparecieron de la vista de Marcos, este se bajó la máscara y despacio murmuró un leve "voy al baño" a la pareja que tenía al lado, los cuales se arrumacaban más de lo normal.

Subió las escaleras y dio con la puerta del dormitorio donde estaba Melisa. Marcos abrió la puerta despacio. El siempre había sido más lanzado que su amigo de juergas Luis. Sigiloso pero muy tranquilo se plantó delante de Melisa, la cual, destapada aún dormitaba.

Sin pensárselo se inclinó y acarició su carita, aún caliente. Melisa se sobresaltó cuando vio aquel rostro encapuchado, negro y cuando reconoció el disfraz de su marido, se tranquilizó. Tomó la mano que la acariciaba.

- Me has hecho gozar mucho antes mi vida - Le susurró


Marcos se incorporó y, despacio, se abrió la cremallera del disfraz. Era importante mostrar solo el pene depilado, tal cual lo tenía Alberto y mínimamente empalmado, para que no hubiera diferencias sustanciales entre las pollas de los amigos y la de su marido.

Melisa se sobresaltó. Marcos dudó de si su amiga se habría percatado del cambio de polla... pero no. Melisa sonrió pícaramente y se arrodilló sobre el colchó, poniéndose a cuatro patas.

- No tuviste bastante, viciosete? - Le espetó a su "marido" con cara de vicio

Marcos se acercó hasta que su polla estuvo a escasos centímetros de los labios de Melisa. Esta la tomo con su mano derecha y comenzó a acariciarla. Alante, atrás....

- Mi polla bonita, quieres correrte otra vez? - Le susurró Melisa al miembro de Marcos

Marcos no se lo creía. Su sueño hecho realidad. No le importaba si se la follaría, si sería una paja o una mamada. Solo que Melisa le estuviera hablando así ya era un triunfo.

Melisa se la llevó a la boca, dándole besitos en el glande, lamiéndolo y jugando con la punta de su lengua sobre su orificio.





- Mmmmm, esta amiga ya está lista para correrse otra vez -

Marcos miraba a través de la máscara la cara de Melisa.... puro vicio

Melisa se la introduzco de un golpe en la boca. Húmeda, dulce... viciosa. Comenzó a chupar con avidez, despacio pero succionando con pasión. Marcos estaba en el cielo.... pero tratando de no gritar como lo haría un ángel si se la estuvieran chupando así.

Melisa se la sacó de la boca, sin dejar de pajearlo, bajó su mano derecha a su coño y sin pensárselo comenzó a masturbarse.... muy rápido.
Entre susurros y jadeos se le pudo entender: "cuando yo me vaya a correr, quiero que te corras en mi boca, en mi lengua... dámelo todo"

Marcos tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no correrse encima de esas palabras envenenadas de vicio.

Gemidos, cada gemido se ahogaba con una mamada de su boca. Marcos la tomo por la cabeza con las dos manos. Melisa al sentir esa pequeña sumisión comenzó a masturbarse más freneticamente aún.
Ya quedaba poco.

- Ahora, ahora, córrete mi amor, córrete para mi, dámelo todo..... -

Marcos no pudo más que obedecer y aprovechando la mano de Melisa y su lengua juguetona se corrió entre bufidos.
Melisa dirigió los chorros de leche hacia su boca, recibiendolos en paladar, lengua y labios. El calor de ese líquido entrando en su cuerpo hizo que sus dos dedos que masajeaban su clítoris, encontraran un orgasmo estremecedor.
Un grito comenzó a asomar por su húmeda boca. Grito que Marcos tuvo la suerte de ahogar con su propia polla.

"Mmmmmfffffpphhhhhhhh" fue lo único que se escuchó en la habitación.

Melisa se dejó caer hacia atrás. Muerta de cansancio y placer.

Marcos se quedó con su polla en la mano, semi dura aún y mirando el precioso y perfecto cuerpo de su amiga, que aún se retorcía de placer como una salamandra al sol. Un pecho fuera de su camiseta de tirantes describía perfectamente el momento.

El chico se acercó a Melisa rodeando la cama. La tomó de la mano, acercándola hacia el. La incorporó y con ambas manos comenzó a sobar esos pequeño y bien puestos pechos.

- Me vuelves loca - Fue capaz de decir Melisa

Pellízcandole ligeramente los pezones, se despidió de ella.


Con un simple gesto de pulgar hacia arriba, Marcos hizo ver a Luis que todo había salido " a pedir de boca", nunca mejor dicho.

Eran las 5 de la madrugada y la gente comenzó a despedirse, ya no quedaban más que los más amigos y decidieron que por esa noche habían tenido suficiente.

Alberto se despidió de sus mejores amigos, Marcos y Luis, con un "espero que lo hayáis pasado bien". Cerró la puerta de su casa, bajó persianas, apagó luces y sabiendo que mañana volvería la chica del servicio a recoger todo aquello, se fue escaleras arriba.

Abrió la puerta del dormitorio. Allí estaba Melisa, dormida, en el lado de la cama de su marido, destapada y boca abajo, en una postura de lo más erótica.

Alberto entró en el baño y se quitó el disfraz, se lavo la cara, las manos y los dientes, apagó la luz y se encaminó hacia su descanso.
Pero no.

Ver ese pequeño conjunto, apenas tapando las nalgas de su mujer.....
Alberto se arrodilló sobre el colchón y despacio, comenzó a abrirle las piernas a su mujer. Esta parecía no enterarse, aún dormía profundamente.
El chico apartó con cuidado el pequeño pantalón de su entrepierna y dejó ver su depilado coñito.
Con un dedo, Alberto empezó a jugar con sus labios, para a los pocos segundos meterlo dentro.

Melisa abrió los ojos y sin girarse sonrió.

- Dios Alberto, mi vida, ¡cómo estas esta noche! - susurró Melisa
- He estado pensando en ti, tenía ganas de que se fueran todos y poder follarte como te dije - Le dijo mientras ya tenía dos dedos dentro de su más que húmedo coño.


- ¿Otra vez? - Preguntó Melisa


- ¿Otra vez? - Respondió Alberto