Es tarde, la puesta de sol que se aprecia desde la plaza del poblado es preciosa, casi sobrecojedora. Entre las primeras penumbras del crepúsculo dos cuerpos desnudos se ven después de horas buscándose. Las lágrimas de la mujer hacen sentir al hombre más culpable aún; culpabilidad que, sin saberlo, hace que las lágrimas de su mujer salgan con más fuerza.
El abrazo es sincero, los cuerpos desnudos se funden, sudor, lágrimas... arrepentimiento, vergüenza.
- ¿Donde estabas? - Le susurra Sara al oído de Tino.
- Buscándote - Le responde este ahogando un sollozo.
Por primera vez en minutos se separan y se miran a los ojos. Algo no va bien y ambos lo saben. Lo que no saben es quien confesará primero.
Por primera vez en horas se percatan de que el pueblo ha cobrado vida propia. Alrededor de la plaza hay muchas antorchas haciendo el papel de farolas, el ambiente está coloreado de color amarillo fuego. En el centro de la plaza un banco, ancho, más parecido a un diván que a una cama.
El matrimonio, casi en medio de la plaza comienza a fijarse detenidamente en todo. Delante de la gran choza, del gran hombre han sacado su trono, que no deja de ser una silla hecha de gruesos troncos.
El matrimonio, de la mano, camina hacia la gran choza, desde hace algunos minutos no se miran a los ojos ya, solo caminan intentando pasar desapercibidos. Ahora es más fácil, la oscuridad es ya total en el cielo y la luz del fuego hace que todas las pieles sean del mismo color e igual de desnudas.
En la puerta de la choza aparece la imponente figura del jefe del pueblo, esta vez va desnudo completamente, polla descomunal colgando entre las piernas, de la mano lleva a sus dos concubinas, jóvenes, morenas, muy bonitas, muy desnudas también. El jefe mira a la pareja de invitados y con un gesto hace que dos chicos los tomen y los lleven hasta el centro de la plaza, donde está el diván y un par de grandes antorchas a los lados que iluminan el lugar. Allí los hacen sentarse. Sara se percata por primera vez que todo el pueblo esta haciendo un gran círculo alrededor de la plaza, gente y más gente, jóvenes, muy jóvenes, mayores y ancianos, todos absolutamente desnudos. A sus espaldas Tino reconoce a los tres viejos que les "rescataron" de la isla donde el tiempo se les escapó de las manos mientras dormían. Están alrededor de una gran vasija de barro, cortando hojas de cactus y exprimiendo su pulpa; para, a continuación, revolver mientras echan pétalos de una flor blanca. Cuando sacan la gran cuchara de madera, la mayoría de gente que esperaba haciendo un círculo se va acercando ordenadamente a ellos. Casi todos son jóvenes, hay algún niño, alguna que otra jovencita, y algún anciano. La oscuridad, la desnudez, el miedo y el desconocimiento no dejan ver claramente el número de personas que bebe de ese líquido... pero son muchas. Las dos últimas personas que beben de un pequeño vaso son las dos jóvenes que viven con el jefe. Regresan de la mano y se para delante de la pareja. Con una simple mirada les hacen entender que ellos también tienen que beber. Tino y Sara se levantan y, no sin miedo, se encaminan hacia la vasija.
El líquido sabe amargo, a verdura fresca mezclada con menta. Según baja por el pecho, notan un quemazón que súbitamente desaparece cuando el líquido reposa en el estómago.
Vuelven a su diván, se sientan, les pesa la cabeza y la aldea comienza a darles vueltas. Se toman de la mano, están asustados. Buscan un respiro bajando la cabeza y metiéndola entre sus respectivas piernas, tal como les dijeron en el barco en caso de fuerte oleaje... y se preve gran marejada.
Pasados unos cinco minutos de mareos varios, todo vuelve a su lugar.
Tino y Sara levantan la vista.
Cuerpos.
Cuerpos desnudos.
Cuerpos desnudos tocándose.
Miran al frente, allí está el jefe, con sus piernas abiertas, con su gran polla mirando a las estrellas, con sus dos niñas, lamiendo, chupando, pajeando... de nuevo esa imagen.
Sara no puede apartar la vista de ese aparato, y de pronto, Sara nota la mano de su marido buscando su coño. La cara de Tino es desconocida para Sara, los ojos muy abiertos, mordiéndose el labio inferior, respirando fuertemente. Sara se da cuenta de que ha abierto las piernas dejando así que su marido haya metido ya tres dedos en su coño. Sara vuelve a levantar la vista y ve como dos jóvenes se encaminan hacia ellos. Cuando llegan a su lado comienzan a hablarles de nuevo en su idioma, Sara no entiende nada, Tino está aún perdido buscando algo en el coño de su esposa. Los chicos se miran y se dan cuenta de que no les entienden.
En un abrir y cierra de ojos toman a Sara, la levantan y la obligan a arrodillarse entre las piernas de Tino. La polla de este está más que grande. Sara piensa que tiene que ser una alucinación, puesto que el tamaño de su verga es casi tan grande como la del jefe de la tribu. Uno de los chicos la toma por la cabeza y con cuidado la obliga a meterse el mástil de su chico en la boca. El otro muchacho, toma la polla de Tino y la dirige hasta la boca de Sara.
El acabose.
En cuanto Sara nota en las paredes, lengua y paladar la carne caliente de su hombre una locura se apodera de ella. Comienza a chupar como un cervatillo hambriento chupa de las ubres de su madre. Tino la agarra de la cabeza y le marca un ritmo frenético. Los dos jóvenes se quedan mirando la pareja y se alejan sonrientes (prueba superada)
Hay un calor insoportable en las entrepiernas y vientres de nuestros amigos, un calor que quema demasiado, un calor que solamente parece que se va cuando algo entra en los cuerpos de Sara y Tino.... Sexo.
Tino levanta la vista, sin dejar de agarrar la cabeza de su mujer. Ve al pueblo entero follar, masturbarse, bailar, todos están en trance. La gente cada vez se acerca más a la pareja. Tino se vuelve loco. Hay mujeres follando con hombres, adolescentes chupando pollas de hombres mucho más mayores, tres jóvenes chicas tocándose entre si, metiéndose dedos en boca, vagina....
Locura.
Sara levanta la cabeza y ve lo que ocurre a su alrededor. Sin pestañear se levanta y abriéndose los labios vaginales se introduce el mástil de su marido en el húmedo coño. Este la toma por la cintura agarrándola fuertemente. Los dos comienzan a follar mientras ven a la gente.... follar.
Alrededor de ellos hay una chica bastante joven de rodillas, detrás de ella un chico la penetra despacio. Detrás de este chico otro joven le marca el ritmo tomándolo de las caderas. A los pocos segundos se intercambia de posición y la chica vuelve a gozar otra vez.
Sara sigue cabalgando, ahora a un ritmo más lento. Tino tiene las manos en sus pechos y los masajea y pellizca sus duros pezones.
El marido mira a su derecha y ve una pareja, el tumbado en el suelo, ella en cuclillas encima de el botando como una loca sobre su polla. Cada embiste de la chica los gemidos del chico son una mezcla de dolor y placer.
Sara mira al frente, ve al jefe, no, más bien ve la polla del jefe, ahora sola, grande, brillante. Los brazos en el trono, mirando su gente.
Follando.
Sara siente el pena de su marido dentro, muy dentro, pero ahora no piensa en el, ahora piensa en aquello grande que ve a lo lejos, le parece un mundo la distancia que hay entre ella y el jefe. De repente entre ella y aquel cipote aparece un chico. Muy alto, muy delgado no más de veinte años, qué sin mediar palabra (ni falta que hace), la desconecta de su marido y la coloca sobre el diván, boca abajo, piernas abiertas, culo en pompa y, por suerte, mirando hacia el jefe que, por primera vez, la observa solo a ella.
Tino mira como han colocado a su mujer, pero antes de reaccionar, tiene una cabeza en su entrepierna y justo cuando ve que a su mujer se la empieza a follar el chico alto, a el se la empieza a chupar algo oscuro que ha buscado hueco allí abajo.
Detrás de ellos un anciano está follándose a una joven mientras esta bebe de la entrepierna de una mujer ya bastante adulta.
Cuando el chico alto se separa de Sara, sin tiempo a reaccionar, otro ocupa su lugar. No quiero entrar en detalles sobre la cantidad de orgasmos que Sara está teniendo, por que no acabaría el relato nunca. Pero si os contaré que ese calor que la come por dentro, solo se calma cuando siente una polla dentro de su coño... y hace bastante que no siente ese calor.
Sara mira de nuevo a su izquierda mientras las caderas del quinto hombre la golpean sin cesar, ver una mujer, entrada en años y rellenita, de rodillas, con un jovencísimo chico penatrándola por detrás, mientras un hombre bastante mayor está follándole literalmente la boca.
Tino levanta un poco la vista y ve como detrás la la cabeza que hay entre sus piernas hay una espalda y detrás de esa espalda un culo en pompa que está siendo sodomizado por un chico.
Sara no puede más, ha perdido la cuenta de sus gemidos, de sus placeres y de sus orgasmos. Levanta la vista y vuelve a ver los ojos del gran jefe, clavados en ella. La visión dura bien poco, de repente una polla corta pero tremendamente gruesa se postra delante de ella y busca su húmeda boca, nuestra amiga la abre lo que puede, pero aún así el dolor de la comisura de sus labios hace que desista el intento por meterse eso en la boca. Comienza a pajearlo y a lamer su glande. Al cabo de pocos segundos un chorro de leche caliente se derrama y le cubre mejillas y boca. La polla se retira para dejar paso a dos chicas que comienzan a limpiar el semen del cuerpo de Sara. Lamen sus mejillas, besan su boca, chupan su lengua.
Sara está en el cielo (¿o será en el infierno?)
La turista se da cuenta del gran revuelo que se está formando alrededor de ella. En cuanto las dos jóvenes la dejan libre, dos hombres le dan la vuelta y la dejan tumbada boca arriba, le abren las piernas y metiendo sus cabezas entre ellas, comienzan a comer de su coño. Dos lenguas a la vez "nunca lo hubiera imaginado". No hay tabús. A los dos hombres les da igual que sus lengua se toquen dentro del coño de Sara.
Otro orgasmo, bestial.
Tino continua sentado y una joven dándole la espalda, está botando encima de el. Abierta de piernas, con las del hombre entre las de ella. Es la tercera mujer que pasa por su polla. Son solamente unos segundos, suficientes para que el fuego se apacigüe.
La chica se levanta y Tino divisa una cara familiar, la joven con la que tuvo sexo en la mañana aparece. No le da la espalda, se sube encima, se coloca la polla delante de su coño y sin contemplaciones comienza a follarlo, como antes, es una gata. Se contonea, se menea, se retuerce. Como si necesitara ayuda la mujer de detrás de ella, la toma por las caderas y le marca el ritmo.
"Esto es una locura"
Tino se corre, su grito es ensordecedor y hace que en toda la tribu reine el silencio por unos segundos. Su pequeña amante se retuerce y le clava la uñas en la espalda, su grito, más agudo, hace entender que también le ha llegado el placer.
A la pequeña, en un abrir y cerrar de ojos, dos hombres la levantan en volandas. Con una mano la toman de las piernas, mientras ella rodea con sus brazos ambos cuellos. Las delgadas piernas continúan abiertas y Tino ve como una oleada de cuerpos de mujeres desnudas se abalanza, como zombis hambrientos, sobre ella para comenzar a lamer, comer, beber y en resumidas cuentas limpiar su recién fecundado coño.
Nuestro hombre no da crédito, peor menos se cree aún cuando ve a su Sara empalada por un robusto hombre desde detrás es follada una y otra vez por dos jovenzuelos que, traviesos ellos, sonríen mientras la chica intenta tragar todo lo hondo que puede. El primer en llegar le agarra la cabeza y con cortos temblores descarga toda su leche en la boca de Sara, que intenta tragar, no sin antes tomar aire para no atragantarse. Inmediatamente después, el otro joven ocupa el lugar de su amigo y se corre rápidamente; esta ves la corrida se deposita en la lengua de Sara, que traga con avidez y, por que no decirlo, mucho vicio.
Tino no puede más, siente calor, miedo, excitación, hambre... todo.
Sara se separa del hombre que lleve martilleando sus caderas más de diez minutos y, como si de una pasarela de moda se tratara, se levanta y comienza a caminar, contoneándose, hacia el jefe.... El Gran Jefe.
Este la mira, Tino la mira, la joven que aún está en volandas la mira, los chicos que acaban de correrse en su boca la miran... Todo el pueblo la mira. Todo el pueblo sabe que va a intentar.
La polla mide 31 Cm de largo y unos 9 Cm de diámetro. Sí, puede parecer que es una misión imposible, pero el coño de Sara nunca ha estado tan lubricado, tan grande, tan dilatado... y Sara nunca ha tenido tantas ganas de meterse algo por alguna parte de su cuerpo en su vida.
Sara agarra el aparato con ambas manos, de repente el silencio de la aldea es sepulcral, nuestra amiga nota como cientos de ojos se clavan en ella. Sara se da la vuelta sin soltar aquel mástil y busca los ojos de Tino.
Los encuentra.
Tino, con la jovencísima muchacha de la mano, se incorpora y asiente.
Sara se escupe en las manos, mucho. Comienza a masajear la polla del jefe, a dejarla reluciente. Con ambas manos sube y baja, vuelve a escupir en su glande, con su lengua lo esparce bien.
Se sube a horcajadas encima de sus pantorrillas, comienza a bajar su pelvis. Esta vez no hace falta que nadie dirija el aparato, está firme y apunta al cielo... en este caso hacia la raja depilada y dilatada de Sara.
Con un sonoro "Mmmmpppppfffff" Sara comienza a introducírselo. No, no va a poder. Comienzan a escucharse murmullos. Sara trata por todos los medios de dilatar más y no hay cosa mejor que darse más placer. Se masturba frenéticamente.
"Sí"
La gente murmulla más.
Sara nota que su cuerpo se llena, desde su dedo meñique del pie, hasta el último pelo de su despeinada cabeza. En su entrepierna se reunen la angustia, el dolor y el placer.
La angustia gana terreno, pero enseguida desaparece, el masaje en su clítoris hace que el coño lubrique y haga más espacio. El dolor aparece cuando la polla del jefe pasa su glande y comienza a penetra el grueso tronco, pero el placer ya está ahí. Sara se masturba y tiene un orgasmo, brutal, casi asesino. El jefe no la toca, sabe lo que hace y tiene las manos en los brazos del trono.
Placer.
El murmullo ya casi es un grito de júbilo.
Cuando Sara acaba de sentir el placer de su masturbación, sus nalgas comienzan a notar que tocan algo.
"Sí"
Esta empalada.
Ahora el jefe la toma de las caderas y con un gesto sorprendentemente dulce, comienza a subirla y a bajarla, centímetros, casi milímetros.
"Sí"
Sara comienza a notar algo, un murmullo en su estómago que quiere salir a la oscuridad de la noche.
"Dios"
Sale, no se puede detener
"Dios"
Una última y leve embestida del jefe.
"Diiiiiiiiiiiiioooooooooooooooooooooooooooooooooosssssssssssssssssssaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
aaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh.....Ahaaahhaaaaaaa
aaaaaaaaaaaaaaa".
La tribu entera grita, exclama, vitorea, salta.
En la oscuridad de la noche ya sin antorchas... hay una nueva reina.
La pequeña barca que aparece por el horizonte lleva a bordo su capitán, tres tripulantes, dos policías y dos médicos.
En su idioma un hombre vestido con unos vaqueros rotos y una camisa floreada, habla con un anciano solo ataviado con un taparrabos.
Se despiden con un amable gesto y una sonrisa.
Tino siente la brisa en la cara, pro primera vez en dos días lleva una camiseta y un bañador, no son suyos, pero los agradece. Uno de los médicos le pregunta en inglés si está bien. Tino asiente sonriendo.
El otro médico habla con la chica en un inglés más que pobre. Ella no responde.
No sabe inglés, ni siquiera castellano. Tiene catorce años y el bikini que lleva le queda demasiado grande... y le es incómodo, no está acostumbrada a llevar ropa.
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