28 ene 2010

Negros

Me encanta viajar con amigas, amigas íntimas. Tienes confianza suficiente para hablar con ellas de lo que sea, son sensibles, te ayudan y no van a ningún lado solo pensando en follar... o eso creía yo.

Julia es una delicia, lista, amable, cariñosa y abierta, nos conocemos desde hace ya unos cuantos años y apenas hay secretos. Solo nos enrollamos una noche los dos colocados como monos, morreo, toqueteo y punto. No hablamos mucho del tema y quizás por eso seguimos manteniendo una más que aceptable amistad. Ella es de estatura media, morena, algo delgada para mi gusto, pero le queda lo suficiente para tener un bonito culo y extrañamente para su complexión, unas grandes y bonitas tetas.

Fui con Julia a Nueva York en febrero. Vuelo y estancia baratos para 7 días de visita en la Gran Manzana, mucho frío mucha compra, muchas risas y muchas fotos. La cuarta noche la pizza de rigor me sentó como un tiro cerca de Wall Street y le dije a mi amiga que me tomaba un taxi para ir al hotel (sí ese de enfrente del Madison) por que me encontraba algo mareado. Me miró con cara de "y me dejas aquí sola", pero me dijo que no habría problema, que iba a hacer alguna foto más y que se reuniría conmigo en la habitación.

A la mañana siguiente me levanté un poco mejor del estómago y dando algún ligero traspiés que otro, logré llegar al cuarto de baño. Abrí la puerta despacio, puesto que escuché el agua de la ducha caer y lógicamente si Julia no estaba en la cama, estaba en la ducha.
A punto de bajarme los pantalones oigo como desde detrás de la cortina suena un leve quejido, seguido de un suspiro y terminando con un "aaaammmhhh". Soy un hombre y lo primero que pienso es en que Julia se está masturbando... Y acierto, puesto que al mínimo ruido que hago, ella asoma la cabeza por la cortina y muy avergonzada, me pregunta:

- Me has oído? -
- Sí - Respondo - Pero tranquila, no se lo diré a tu madre -

Julia se ríe a carcajada limpia, toma la toalla del suelo y sale con ella alrededor de sus pechos y cubriéndole escasamente su culo. El cabello mojado la hace irresistiblemente hermosa.

- Ven, tengo que contarte algo - Me toma de la mano y me lleva hasta los pies de su cama.
Me siento y ella hace lo mismo en la única silla que hay en la habitación. Cruza las piernas de tal manera que la toalla ya no cubre casi nada, pero no deja ver su coño.

- Pasó algo ayer? - Le pregunto algo mosqueado.
- Ni te lo imaginas - Me responde con una sonrisa pícara.

Lo que a continuación escribo es, literálmente, lo que me contó Julia:

"A la media hora de marcharte ayer, me decidí a coger un taxi. No estaba muy cansada, así que le dije al taxista que me llevara hasta Roquefeller Centre. De camino comenzamos a hablar, era un chico negro como la noche, Senegalés para mas señas. Hacía 5 años que se vino a estudiar y que empezó a trabajar de taxista para costearse los estudios, pero al final los dejó y acabo solamente con el taxi. Me parecía majo, incluso atractivo, era alto y con una bonita sonrisa. Me dijo que si quería me llevaba hasta una tienda donde unos amigos suyos tenían un puesto de productos africanos a buen precio, cuadros, figuras, etc, etc. No tuve miedo puesto que me indicó en su mapa que estaba en una zona muy transitada.
Así era. Me cobró muy barata la carrera y yo supuse que se llevaría alguna comisión por ventas en la tienda de sus amigos.

Era un local pequeño, donde se entraba bajando unas escaleras. Estaba lleno de vestidos de colores chillones, de estatuas de dudoso material y de negros; altos, bajos, delgados, gordos. También había un par de turistas, también chicas, parecían alemanas o holandesas por su aspecto y habla.

Realmente me recordaba a una de esas tiendas de Marruecos o de Egipto. Con mi taxista haciéndome de interprete, trasteé hasta que di con un vestido precioso de una tela muy amorosa. El dueño de la tienda, un senegalés alto y muy guapo también, me dijo que me lo probara. Me llevó hasta "el probador" que no era más que una cortina de ducha entre una esquina. Allí, y bastante cortada, entré y me despojé únicamente de mis zapatos y pantalones. No tenía espejo, con lo cual salí del "probador" y (entre murmullos) me dirigieron al único espejo de la tienda. Allí me di cuenta de mi error y de el porque de su murmullo. El traje era claro, de una especie de lino y mi tanga negro no dejaba mucho a la imaginación. Miraba a sus caras y todas tenían esa risita idiota de "mírala que bonita está". Muy avergonzada me metí en el probador de nuevo y justo cuando me estaba quitando el vestido y salir corriendo de allí, el dueño de la tienda en su inglés más que escaso, me dijo algo así como:

- If you come out again and let us see you i can do it you a big discount -

Lo entendí a la primera. Me lo pensé, el vestido era muy muy apetecible y no soy de esas mojigatas.

Me subí de nuevo el vestido y salí del probador, como una reina de las pasarelas, con pasos largos y medio contoneando mi culito. Los negros comenzaron a aplaudir y a vitorearme en su lengua nativa, pues no le entendía nada de nada.

- If you walk again no shirt dress free - Me dijo mi amigo el taxista

Su proposición me dio miedo. No obstante echando un vistazo al percal, me di cuenta de que la calle estaba a unos pocos metros de mi, de que si gritaba me escucharían enseguida y de que en la tienda los cuatro negros que quedaban no parecían malos chicos, ninguno me miraba con cara de psicópata sexual.

Asomé mi cabeza por la cortina y les dije:

- Free, ok? -

A algún lumbreras se le ocurrió la brillante idea subir el volumen de la música que sonaba en la tienda. Los cuatro chicos asintieron como locos, aunque la verdadera loca era yo por estar siguiendo este juego.

Una de las cosas con las que no había contado es que me gusta ir conjuntada con mi ropa interior, con lo cual el sujetador era negro también, con lo cual cuando salí de nuevo a contonearme (esta vez más recatada) delante de mis nuevos amigos.

Esta vez los aplausos y rumores subieron de tono y yo también.

Les hice una reverencia, pensando ya en la retirada con mi botín y sin gastarme ningún dolar. Justo cuando me agaché unas sonoras carcajadas sonaron a mi espalda. Era el taxista aplaudiendo a rabiar y diciendo algunas cosas ilegibles. Me incorporé de un salto y me ruboricé como nunca en mi vida.

Me volvía a dar la vuelta, entre las risas, los nervios y ni vestido semi transparente, todo me daba ya vueltas. Hasta que el propietario de la tienda se levantó de su taburete y contoneándose al ritmo de la música de timbales que sonaba se acercó a mi... mucho.

Reculé lo que pude, pero el seguía intentando bailar conmigo. Sus tres amigos seguían la música con las palmas y yo, para no quedar mal comencé a moverme al fuerte ritmo que sonaba en aquella tienda. Supuse que todo acabaría pronto y que me dejarían marchar, pero aquello no hizo más que empezar.

A mi espalda llegó mi amigo el taxista, ahora yo era un trozo de carne entre dos rebanadas de pan negro. La situación me excitaba mucho, los chicos eran muy guapos y el ambiente en ningún momento parecía extraño o peligroso.
Cuando quise darme cuenta, las cuatro grandes manos de mis acompañantes estaban posada sobre mis caderas y cintura. Yo, elegantemente subí los brazos para bailar con ellos en el aire. La escena era muy excitante y erótica.

En un momento dado comencé a notar como la parte de alante del pantalón de chandal del propietario de la tienda, comenzaba a rozarme mucho. El mismo me tomó una mano y me la bajó hasta que se posó en su cintura, y de allí a pocos centímetros de su polla. El taxista ya estaba magreándome ligeramente el culo.

Yo estaba en otro lugar.

Con un leve movimiento de cintura el que tenía delante logró que mi mano se posara sobre su miembro por completo y el que tenía detrás comenzó a masajearme el culo, abriendo los cachetes... como a mi tanto me gusta. Yo con los ojos cerrados no podía más que disfrutar, nunca había sentido cuatro manos sobre mi cuerpo y menos cuatro manos negras.

Logré ver a los otros dos chicos viendo la escena mientras bebían una especia de té, se relamían de gusto a verme en esa situación. Mi vestido (puesto que ya era mío) estaba ya en la cintura, mi mano estaba ya buscando el final de la polla de mi amigo Nº 1 y mi culo estaba siendo masajeado por mi amigo Nº 2

Los dos chicos me llevaron en volandas hasta el pequeño almacén al lado del pequeño probador. Me sentaron en un sofá sucio y comenzaron a quitarme el vestido dejándome solo con mi conjunto de tanga y sujetador negro. Mi primer reflejo fue el taparme como pude con mis manos, pero ellos susurrando algo en senegalés lograron quitarme las manos y el sujetador. Mis dos tetas quedaron al aire, ya excitadas y con sus pequeños pezones erguidos y duros.
Su reacción fue instantánea, comenzaron a sobarme, primero cuidadosamente, luego un poco más brusco, hasta que no pude más y dejé escapar un gemido de placer. Ese gemido parece que fue la señal de salida y los dos comenzaron a mamarme las tetas, chuparlas, lamerlas. Yo les incitaba a más acariciándoles su rizado pelo. A los pocos segundos aparecieron los otros dos chicos en la habitación. Supuse que habían cerrado la puerta y por un segundo tuve miedo, bastante, pero justo desapareció cuando los dos amigos se bajaron los pantalones y dejaron al aire dos tremendas barreras culturales. Me asusté un poco más, pero esta vez no fue por el miedo a que pasar algo en la tienda... si no el miedo a que no pasara nada.

Los dos hombres que no estaban haciéndome nada eran algo más mayores, tendrían sus cuarenta y tantos, uno era bajito y algo regordete, el otro parecía mas viejo y tampoco era muy alto.

Mis dos jóvenes, se acercaron a mi. Tomo una de las pollas y comencé a pajearla, mientras le miraba a la cara. El otro me giro la cabeza y casi me obligó a meterme su tranca en la boca. Fue tal la sorpresa que me la saqué y, más por miedo que por vergüenza, comencé a pajearle también.



A los pocos segundos sus pollas se turnaban en mi boca, eran negras, grandes, diferentes: una era gruesa de unos 20 cm y sabía a hombre, la otra era más fina pero debía de medir unos 35 cm desde la base, sabía a fruta (sí a fruta). Me encantaban. Ellos me sobaban las tetas como podía entre sus jadeos y los mios.

Me sorprendí tratando de meterme aquellos dos trozos de carne a la vez en la boca y solo conseguí que me doliera la mandíbula; con lo cual proseguí chupando intermitentemente. Uno de mis amigos (ya no sé cual de los dos) se levantaba la polla para que le lamiera los huevos, eso hice y al verlo el otro, también logró que se los probara.

En un abrir y cerrar de ojos me di cuenta de que los otros dos hombres ya estaban delante mía, con los pantalones bajados hasta los tobillos y con dos buenas pollas asomando.
Me daba algo de reparo, puesto que parecían algo mayores, pero sus dos pollas eran grandes, estaban brillantes y eran para mi.
Por turnos comencé a chupárselas a todos, cada minuto cambiaba de carne y cada vez que volvía a comenzar por el primero descansaba recostada en el sillón, mientras ellos me magreaban las tetas, el coño, los pies, la boca, me besaban, me lamían, me comían. El taxista (creo que era el) comenzó a comerme el coño, como si le fuera la vida en ello, mientras los otros me sobaban con toda la paciencia del mundo... 8 manos para mi menudo cuerpo.

Me correría como unas 5 o 6 veces entre parón y parón de mamada. El último orgasmo llegó sin que nadie me tocase, solamente vi como esas 4 pollas se acercaban de nuevo y mi coño entró en erupción. El más viejo se percató de este detalle y fue corriendo a taparme la boca con su polla, tuve ese orgasmo con un buen trozo de carne dentro de mi boca.

Los demás siguieron con la rutina y después de más de 30 minutos de sexo oral tremendo comencé a conseguir que se corrieran: El primero fue el gordito, le tragué toda su leche, caliente y dulce. El segundo fue el dueño del la tienda, este me sacó la polla de la boca, saqué la lengua y en ella se corrió derramando su leche. El tercero fue el mayor que se corrió en mis tetas esparciendo todo el engrudo por ellas con su propio pene. El cuarto fue mi amigo el taxista, a este se la trague gustosamente, sabía agria, pero me gustó sentir los espasmos en la cadera mientras me hacía tragarla toda.

El dueño de la tienda me trajo mi ropa y una caja de pañuelos, los cuatro me miraban sin perder ojo de como me limpiaba y vestía. Yo estaba muy cansada pero aún tenía fuerzas para dedicarles sonrisas a todos. Me habían hecho pasar una de las noches más increíbles de toda mi vida."

Yo sentado en los píes de la cama, cruzaba como podía las piernas para que el pantalón del pijama no estallada de lo dura que tenía mi entrepierna. Julia no se quedaba corta y entre su respiración agitada al contarme toda esta historia y que le costaba tener las piernas cruzadas se le notaba más que excitada.

- Pues desde luego si es verdad, es algo para no olvidar nunca - Fue la primera gilipollez que me vino a la cabeza.
- Mira - Me dice Julia mientras saca de una bolsa de plástico un vestido claro y muy bonito.
- Ahora el que tiene que darse una ducha y no ser molestado soy yo - Le digo señalando al cruce de mis piernas.
_ Ve anda, te doy 10 minutos y si no sales tu voy yo a por ti - Me dijo tapándose los ojos con las manos.

fue un buen viaje.

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