Te sentaste en la mesa de la cocina, casi te arranco las bragas. Tu no tenías postre y yo tenía hambre.
Apoyando los pies en la misma madera te abres, con mi cara oliendo tu sexo. Me acerco y te abro los labios, aparece el húmedo y duro clítoris, lo lamo, no hay ternura, solo hambre.
Comienzo a oler a sexo, me gusta y uso mi mano libre para introducir dos dedos en el torrente de placer que sale de tu coño. Mi otra mano esta abriendo los labios, mi lengua continua lamiendo sin parar ese precioso y rojo botón. Gimes, respiras, golpeas la mesa, te vas a correr. Acerco mis labios a la perla rosada y comienzo a chuparla despacio, casi besándola. Me tomas la cabeza me la aprietas, casi me obligas a separarme, no puedo respirar. Comienzan las convulsiones, te corres en mi boca. Lo noto, lo bebo. Mi lengua aprieta tu palpitante clítoris. Gritas algo que no entiendo. Mis manos ahora se posan en tus nalgas mientras tu misma las levantas de la mesa. Mi cabeza no descansa y continua comiendo y bebiendo.
Cuando me separas, me incorporo y me lames todo lo que no he podido beber yo.
Me encantan estos postres.
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