30 jul 2009

Los calores de Adriana

Aún cierro los ojos y puedo ver aquella escena donde mi recién estrenada novia masturbaba a diestra y siniestra a dos vergas. Me habían avisado y aconsejado que era una chiquilla muy caliente, que detrás de su cara angelical se escondía una fiera con muchos novios y todos ellos fielmente corneados.

No hice caso y me lancé a intentar una relación formal, pero comencemos por el principio.

El grupo formado por chicos del mismo club deportivo hace que las cenas y la convivencia acaben en parejas, rollitos y demás escarceos amorosos. Yo había tenido los típicos rollos con dos chicas del grupo, pero puedo asegurar al noventa por ciento que todos habíamos probado, al menos, la boca de todos.

En la última cena al acabar la temporada Adriana (que así se llamaba) y yo estuvimos toda la noche tonteando, abrazándonos hablando y acariciándonos. Sus recientes 18 años y mis ya cumplidos 25 no eran un impedimento para que comenzara a gustarme. Sabía que se había enrollado con varios de los chicos del grupo y que con al menos dos se había acostado. Pero eso me producía un morbo especial dentro de su belleza.

El lunes siguiente la llamé y quedamos para tomar un café. Apareció con un vestido muy corto y de gran escote que rebosaba sus juveniles y perfectos pechos. Sin entrar en las descripciones románticas, acabamos en su portal enrollándonos y prometiéndonos otra cita para el jueves.

Se me está olvidando describirla, así que brevemente os diré que era una chica de unos 1.70, pelo castaño claro, ojos verdes preciosos, cara muy gatuna, un tipito algo rellenito, pero sin llegar a estar gordita y con piernas bonitas debido a su condición de deportista. Un bombón de 18 años recién cumplidos.

El jueves llegó y después de enrollarnos en una esquina de mi calle, le comenté la posibilidad de salir en plan formal, como novios. Su respuesta me dejó algo confundido: "No me gusta atarme, soy muy fogosa y tengo miedo a no controlarme". Dentro de mi semi-enamoramiento, le dije que yo era bastante mayor que ella y que podría intentar que eso cambiara, si ella estaba dispuesta.

Con un "vale" seguido de un húmedo beso, sellamos nuestra relación.

Las semanas pasaron y nuestra relación crecía y todo hacía parecer que ella estaba seria y centrada en nuestra relación. Hasta donde yo sabía y me informaban sus amigas, apenas salía de casa si no era conmigo y cuando salía con sus amigas se mostraba bastante más recatada. Yo estaba encantado y confiado en la recuperación moral de mi chica.

He de reconocer que su "enfriamiento" también me perjudicaba a mí, por que morreos y dos masturbaciones por su parte, era lo único que había podido sacar de mi novia en los tres primeros meses. Mis 25 años y mi mente calenturienta extrañaban a la Adriana desaparecida…. u oculta.



Llegó setiembre y con el, el comienzo de curso y debido a la confianza que yo había entablado con sus padres, debido al cambio que había experimentado su hija en estos tres meses, yo ya subía a su casa a buscarla y me sentaba en su sofá para esperarla y hablaba con su hermano menor, Luis de 16 años, un chaval muy espabilado con un amigo inseparable del que solo se separaba para ir a dormir.

Un sábado que sabía que sus padres no estaban, aproveché para sorprender a Adriana, entrando por su habitual puerta abierta (vivían en un pequeño adosado de planta baja). La risa histriónica de su hermano y de su amigo, chafaron mis planes de sorpresa sexual.

Aún así, como un tonto, me acerque a la habitación donde se escuchaba una divertida conversación entre los dos chicos y mi Adriana.

"No te atreves" Sonaba la voz de Luis.

"A que si" le respondía Manu (su inseparable amigo)

Me acerqué al marco de la puerta y los vi riéndose y mirando fijamente a Adriana, que estaba sentada en el sofá del salón.

Allí me quedé a ver de qué se trataba su discusión.

Manu alargo la mano y la abrió, llegó donde descansaba un pecho de Adriana y lo tomo con su mano abierta. Apretó, soltó, apretó, movió el pecho y soltó.

Los espasmos que sentí en mi barriga, mezclados con la cara de tonto que seguro tenía, me dejaron inmóvil.

"Dios, que malo eres, ¿nunca has sobado las tetas a una tía?" Preguntó Luis.

Acto seguido, el hermanito de 16 años, estira las dos manos y comienza a apretar las tetas de mi novia, mirando a su amigo y diciendo "Ves? Así se hace, con algo más de fuerza, intentando tocar lo más posible"

Más dolor de estómago, más abierta la boca y más sudor en mi frente.

Miro a Adriana y su cara entre cachondeo y excitación no me engaña: Le está gustando.

"A ver, niños, os lo pondré más fácil. Me quito la camiseta y el sujetador y me las sobáis a gusto"

Lo que me faltaba.

Reúno las fuerzas que aún me quedaban y atravieso la puerta. La escena no deja de tener una parte bastante cómica: Adriana con la camiseta tapándole la cara y los dos chicos mirándome con cara de terror.

"Pero como serás tan guarra, joder" No pregunto, afirmo.

Adriana me mira y solo puede reírse, pequeñas carcajadas comienzan a salir de su preciosa boca, mientras trata de fajarse de su camiseta que la tiene aprisionada. Su hermanito, comienza a reírse y Adriana ya no se controla, se quita la camiseta del todo y comienza a partirse a carcajada limpia.

No me lo creo y no me queda otro remedio que reírme con ellos. Manu es el único que aún me mira con ojos de terror.

"Son unos críos, déjalos que disfruten, tu me tienes cuando quieras"

Si de algo me sirven mis 25 años es para medio saber que hacer en una situación como esta.

"Vale Adri, vale, haz lo que quieras, no se como acabaremos, pero yo me quedo aquí"

Luis no pierde tiempo y le dice a su hermana que se quite el sujetador de una vez. Manu aún me mira con recelo mientras yo me siento en el sofá de enfrente.

Adriana se quita el sujetador y deja sus preciosas y jóvenes tetas al aire.

"Perfectas" pienso yo.

"Venid aquí", les dice a los jovencitos, los dos se acercan y se sientan cada uno a su lado. Adriana les toma las manos y se las lleva a sus tetas, una para cada uno. Los dos jóvenes, comienzan a sobar, sin miramientos. Manu ya no me mira y solo tiene ojos para los pezones, cada vez más duros, de Adri.

Luis, que sospecho que no es la primera vez que lo hace, acerca su boca a su pezón y saca su lengua. Adri que lo ve, le toma por la cabeza y lo empuja hacia su teta. Manu que lo ve, se acerca también y en menos de un minuto Adriana, mi novia, tiene una lengua en cada uno de sus pezones.

La respiración de mi chica (o ya no) comienza a entrecortarse, pero también a subir de tono. Los dos chicos están dándole un buen repaso en sus tetas, dejándoselas húmedas y muy mojadas de saliva. Las manos de Adriana están acariciando las cabezas de sus dos "chupones".

Yo no lo niego y me encuentro muerto de excitación… y herido de celos. Pero ver a esa preciosa chica con dos jovencitos chupándole las tetas… y siendo uno de ellos su hermano, me está produciendo una erección de concurso.

La cabeza de Adriana desaparece por la parte de detrás del sofá, debido a la inclinación. Sus manos ya no están en las cabezas de sus niños, están entre sus piernas, acariciándose su coñito, por encima de sus braguitas, con su falda ya casi de cinturón.

Las risas hace mucho tiempo que han desaparecido y los gemidos y ruidos de chupadas invaden la habitación. No puedo más y me desabrocho el pantalón y me saco la polla, muy dura.

Adriana, me ve y suelta un AAOOOOUUHHHH desangelado y lleno de excitación.

Toma del pelo a los chicos y los separa de sus ya increíblemente duros, mojados y pequeños pezones.

"Quitaros los pantalones y los calzoncillos ahora mismo" ordena con cara seria.

En menos de un minuto los dos chiquillos quedan desnudos de cintura para abajo. Se sientan a su lado, con sendas erecciones.

"Tocadme el coño, los dos, YA MISMO" Grita mi novia.

Yo no puedo más que seguir pajeándome viendo esta escena de ensueño.

Los chicos comienzan a sobar el coño de Adriana, movimientos toscos, pero sin escrúpulos, meten sus dedos, los dos a la vez, uno le masajea los labios, otro le soba el clítorix. Mientras tanto Adriana comienza a pajear sus juveniles vergas, muy grandes y duras ya.

Lo que más me está excitando no es que mi novia estuviera con dos pollas, ni que las dos pollas fueran tan jóvenes, ni que una de ellas fuera la de su hermano, lo que más me excitaba era que Adriana me miraba a mi, a como me pajeaba mientras veía aquella escena, como se mordía el labio viéndome sin apenas parpadear.

"¡Parad, parad, por Dios!" Ordena Adri, más que sofocada

Los chicos paran en seco y ella se incorpora, acaba por quitarse la falda y las braguitas, quedándose totalmente desnuda. Ayuda a los jóvenes a quitarse sus camisetas y los ordena ponerse de pie, justo delante de ella.

Se sienta de nuevo en el sofá y tomando con sus manos sus pollas comienza a mamarlas, pero no de una en una, no…. Adriana comienza a juntarlas de tal manera que las dos le entran en la boca fácilmente ("¿sabes que me puedo meter un puño en mi boca?" Fue una de las preguntas que me hizo aquella noche en la cena). Yo no puedo más y me corro, gritando y bufando como pocas pajas en mi vida. Ella con las manos en las nalgas de los chavales sorbe y aspira lo más rápido que puede. Hasta que los chicos comienzan a gritar. El primero es de Luis, su hermano, estremecedor, a los pocos segundos llega el de Manu…. Pero el de Manu es de asustar: Comienza a temblar y a doblársele las rodillas, Cayendo lentamente hacía abajo, con Adriana detrás de el buscando toda su corrida. Manu acaba tumbado en el suelo, con Adriana aún bebiendo su asombrosamente larga corrida. Noto como traga sin parar, sospecho, hoy por hoy y en frío, que el muchacho nunca se había corrido antes o al menos no gracias a la boca de una chica.

Luis la mira riéndose, mientras los espamos de Manu acaban con un "buuuuffff" y con los labios de Adriana manchados de corrida.

"Coño, casi me ahogo" sale de su boca.



Me fui aprovechando que Adriana se había ido al baño a "limpiarse". Por supuesto y aunque ella me llamó un par de veces para vernos, no volvimos a salir juntos, excepto en las cenas del grupo en las cuales ella al principio me buscaba y debido a mi falta de interés y supongo que para darme celos (o eso quiere creer mi cabeza) acababa enrollándose con dos o tres en la misma noche.

Nunca conté a nadie lo ocurrido en su casa aquel mes de septiembre, pero Adriana no tuvo la misma suerte con su hermano y sobre todo con Manu, pues el bulo de que se los había tirado a los dos a la vez cobró fuerza hasta que las ofertas de tríos, orgías, rollos sueltos y demás proposiciones sexuales le llegaban casi a diario, tanto en la universidad, como en el grupo deportivo.

Desconozco si ella aceptó alguno alguna vez.

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