7 ago 2009

Sus 22 mis 18

Mis 18 y sus 22

Corría el año "yoquesecuantos" y mi familia se iba cada cierto tiempo a pasar algunos días a la casa del pueblo que tenían. A su vez mis tíos ocupaban la casa que nosotros dejábamos vacía. Era un pacto justo, nosotros nos íbamos a un desierto con una piscina abarrotada de viejas y niños mientras que ellos subían del árido sur y se refrescaban un poco.

Con 18 años todo el mundo sabe que las hormonas están más revueltas que un domingo de agosto en el rastro de Sevilla, debido a lo cual rogué, supliqué incluso hasta lloré para quedarme en mi ciudad, mientras mis padres bajaban al infierno amarillo.

Vienen los tíos, estaré aquí con ellos – Trataba yo de argumentar

Pero vas a ser una molestia para ellos – Respondía mi madre

A base de pucheros, enfados y broncas, conseguí que mi madre llamara a su hermana para preguntarle si yo sería una carga para ellos. Entre que mi tía ocupaba nuestra casa y que hacía mucho que no me veían esta aceptó el plan, enfadando a mi madre.

Mi plan era pasarme un verano estudiando solamente matemáticas (malditas matemáticas) por la mañana y por la tarde irme con mis amigotes hasta que me diera la gana.

Iluso.

Mis padres se marcharon la mañana del día que mis tíos llegaron. Comí un bocadillo de lo que encontré en la nevera, orgulloso de hacerme mi propia comida. No salí, puesto que tenía que esperar a mi familia y abrirles yo.

"Ding-Dong"

Abrí la puerta.

Vaaaaaaya, mira que hombretón tenemos aquí – Gritó mi tío

Era un hombre agradable de unos 40 años, muy hippy, abierto y simpático, justo como lo recordaba de hacía casi 5 años, que fue la última vez que yo lo había visto.

Intenté poner una sonrisa de complicidad mezclada con encanto, pasó cargando las dos maletas, mientras yo me escaqueaba de cualquier carga.

Hola! – Me saludó mi tía

Ella tampoco había cambiado mucho, ligeramente descuidada en su aspecto, despeinada y alegre, una señora atractiva para los años que tenía.

Otra sonrisa amable, pero sigo sin echar una mano, lo sé y comienzo a avergonzarme.

Cuando estoy cerrando la puerta escucho un tercer "hola"

Ana, mi prima Ana.


Ella no solía venir con sus padres a veranear en mi piso, al menos eso era lo que me decían. Pero allí estaba.

Alta, morenísima de pelo, ligeramente rellenita, a mis años lo primero que hice fue mirarla a las tetas, esto funciona así y quien lo niegue está mintiendo.

Estoy aquí arriba chavalín – Me dijo sonriendo

Eeeeeeh, hola Ana – Traté de responderle

¿Me ayudas con la bolsa? –

No hizo falta ni un por favor, allí que me lancé a coger su bolsa grande de deporte. Al hacerlo rocé (a propósito?) su mano con la mía, eso para mi fue bastante como para enamorarme perdidamente de ella.

Cuando dejaron todas las maletas en el salón, comenzamos las presentaciones: "Vaya grande que estás", "Vaya como has cambiado", "Seguro que ya tienes novia". Dos besos en la mejilla a mi tío, otros dos a mi tía y cuando me giro para dar dos besos a mi prima, ella sonríe pícaramente y me extiende su mano. Se la doy, a esas alturas ese rozamiento era para mi como un baño de leche de burra, casi me derrito. Sinceramente creo que debía de parecer un idiota integral, por que a los diez minutos de estar hablando y presentándonos, me di cuenta que aún aguantaba esa ya estúpida sonrisa de galán con la que había abierto la puerta.

Los días pasaban de lo más normal para mis tíos, visitas a la playa, cenas por las noches, paseos, museos. Las horas pasaban de lo más relajado para mi prima, tumbada en el sofá, viendo la TV, comiendo patatitas, de aquella no existían aún ni los teléfonos móviles ni los PCs pero hubiera estado colgado de ellos con total seguridad.

Mis días transcurrían en tres etapas: La primera me levantaba por la mañana e iba a clase particular dos horas. La segunda comía y salía con mis amigotes (solo chicos) a hablar de guarradas y mentir más que los presidentes de los EEUU. La tercera llegaba a la hora de la cena, cuando después de cenar los cuatro, mis tíos se iban a la cama a dormir mi prima y yo nos quedábamos casi en silencio viendo la TV. Solo algunas risas y comentarios del tipo "vaya coñazo" interrumpían el silencio sepulcral.

Yo lógicamente no me movía del sofá hasta que ella no lo hiciera.

Hasta que una noche habló:

¿No tienes sueño? -

Que va, me suelo quedar hasta tarde siempre – Intento vacilar

Puedes irte a la cama cuando quieras ¿eh? – Me responde

Vale, lo voy pillando, soy un puto crío y mi sola presencia es bastante molesta.

La noche siguiente, no quise molestarla más, así que a la media hora de que sus padres se fueran a la cama, me levanté del sofá y le dije que me iba a acostar.

Muy bien, gracias primo – Me dijo

Me levanté y cuando estaba lavándome los dientes me vino la luz "¿gracias?, ¿gracias de qué?"

Estaba recostado encima de las sábanas, fantaseando, dando vueltas a las cosas, pensando en lo imbécil que era mi amigo Martín, lo chulo que era Pedro, pero sobre todo en lo buena que estaba mi prima. Realmente no estaba tanto, pero a esa edad un buen par de tetas te parecen tan bonitas como una puesta de sol.

A mis 18 años lo único que había hecho era tocar algún culo por encima del pantalón o rozar alguna teta en algún juego que quería ser más pícaro de lo que en realidad era.

Eran la 1.17 de la madrugada y a través de la abertura de la puerta de mi habitación podía ver la luz azul intermitente de la TV. Me moría de ganas de levantarme y volver al sofá, al lado de ella.

Me levanté de la cama y caminé despacio hacia la pequeña abertura de la puerta. Podía ver el sillón donde estaba Ana y podía ver con dificultad sus dos rodillas y su cara apoyada contra la parte izquierda del sillón. Tenía las rodillas subidas encima , con las piernas abiertas. Supuse que era una postura típica de las mujeres. Me fijé en su cara y tenía los ojos cerrados, se habría dormido viendo la televisión.

Tomé aire y decidí actuar, realmente mi actuación iba a ser acercarme a ella, pasar a su lado y observar si alguna parte erótica de su cuerpo estaba descuidadamente destapada. Lo cierto es que estaba muy cachondo.

Abrí la puerta despacio, salí y caminando como un estúpido dibujo animado, me acerqué a Ana. Se movía, temblaba, "¿Qué coño le pasaba?" pensé. Cuando por fin llegue a ver el 86% de su cuerpo, vi que una mano reposaba nerviosamente sobre sus pechos y la otra desaparecía bajo su corto pijama.

Ana abrió los ojos despacio, yo los abrí mucho y rápido. No os voy a mentir, mi primer pensamiento fue el acertado "Joder, se esta haciendo una paja". Supongo que su primer pensamiento fue "Joder, me ha pillado haciéndome una paja".

Creerme cuando os digo que mi reacción fue mucho más nerviosa y avergonzada que la de ella: no sabía donde mirar, no sabía que decir, no sabía que hacer, así que lo que hice fue lo más inteligente de todo: quedarme mirándola con cara de pipiolo.

Su reacción me sorprendió más:

¿Nunca has visto a una tía haciéndose un dedo? – Me pregunto sacando despacio su mano de debajo del pijama.

Ni respondí, simplemente me avergoncé más y retrocedí un par de pasos.

¿Tu te haces pajas verdad? – Me volvió a preguntar

………………. Sí a veces sí – Respondí sintiendo un calor en la cara como nunca en mi vida.

Pues esto es lo mismo, tu te das placer y yo me doy placer –

Me quede mirándola extrañado, no esperaba que mi prima de 22 años fuera tan "natural". Había escuchado a mis padres que eran una familia extraña, muy naturista, muy hippy, no le daban demasiada importancia a los estudios, leían mucho, iban a manifestaciones, cosas "raras" para mis progenitores.

Siéntate en el sofá de enfrente, acompáñame si quieres – Me dijo señalando el sofá donde yo me solía tumbar

No lo dudé y me senté recto y tenso justo en frente de ella.

Mira, yo voy a seguir haciéndome una paja, tú puedes solo mirar o puedes hacerte una también, y si ves que es desagradable te vas a la cama otra vez –

Su tono era irónico y seco, pero su cara denotaba que se estaba divirtiendo a consta de un jovencito como yo.

Volvió a subir los pies encima del sofá y abrió de nuevo las piernas, metió su mano por debajo del pijama y comenzó a mover despacio la mano, haciéndose círculos con los ojos cerrados.

Mi polla estaba mucho más tensa que yo, y apretaba la tela de mi pijama. Inconscientemente mi mano buscó el bulto para intentar bajarlo, pero lo único que conseguí fue comenzar a acariciármela lentamente.

Ana abrió ligeramente sus ojos y me vio, no quiso decirme nada, pero una leve sonrisa le apareció en su bonita boca, los círculos con su mano aumentaron de velocidad, mis caricias en mi polla también.

Si tu te sacas esa polla del pijama, yo me sacaré las tetas del mío – Me propuso.

Noté el mismo calor tanto en mi cara como en mi polla.

"Sus tetas" pensé.

Me apoyé los pies contra el sofá y con un rápido movimiento me quité los pantalones cortos de mi pijama. Ana sonrió más aún y sacando su mano de su pantalón se quitó la camiseta de tirantes.

Allí aparecieron, morenas, enormes, con un pezón oscuro y duro, su edad era lo que seguramente las mantenía firmes, apuntándome directamente. En un movimiento absolutamente espontáneo se las apretó ligeramente con las dos manos. Con otro movimiento espontaneo yo me cogí la polla con una mano.

Tu me vas a ver las tetas y yo como no abras las piernas no voy a poder verte esa polla, primo –

Tenía razón y en un alarde de valor, dejé atrás mi vergüenza, abrí mis piernas y deje que mi polla se viera en todo su esplendor.

Eso está mucho mejor, ahora pajéate a gusto – rió Ana

Volvió a meter su mano dentro de su pijama y con la otra se acariciaba suavemente su teta izquierda. El silencio solo se rompía por el leve zumbido de la TV y por nuestras respiraciones. No me voy a hacer el héroe y mi vergüenza aún coleaba: solo era capaz de acariciarme los huevos y la polla, sin un ritmo constante, aún notaba más calor en mis mejillas que en mi entrepierna.

Mientras Ana continuaba mezclando su imaginación, cerrando sus ojos; con la realidad, mirando mi polla, yo seguía hipnotizado con sus tetas. Ella lo sabía y se las acariciaba, se pellizcaba suavemente el pezón, las dejaba libres.

De repente Ana cerro con fuerza sus ojos, abrió su boca y como si le hubiera entrado un calambrazo en su mano derecha, comenzó a ahogar un grito que debería de ser ensordecedor. Cerró aún más fuerte sus ojos, estrujó con su mano el pecho, abrió y cerró rápidamente sus piernas, mientras su mano derecha seguía escarbando dentro de su pijama.

Mi polla estaba a reventar.

Ana descansó, se relajó, abrió las piernas, sacó su mano del pijama y se la llevó a los labios, chupó sus tres dedos, los lamió hasta dejarlos brillantes de saliva, todo esto mirándome directamente a los ojos.

Mi nerviosismo y vergüenza estaba ganando a mi calentura, y el primer daño colateral fue una disminución en la hinchazón de mi polla. Ana se percató puesto que al mirar entre mis piernas, hizo un gesto mezcla de desilusión y sorpresa, entornando ligeramente sus bonitos ojos.

Eran las 2:00 de la madrugada.

Ana se levantó, por fin pude verla en todo su esplendor. Era una chica alta, de cerca de 1.80 cm., estaba muy bien proporcionada, con lo cual los kilos que le podrían sobrar se repartían muy bien por su cuerpo, sus piernas eran fuertes, su barriga sobresalía ligeramente, sin ser grotesca, sus brazos rellenitos eran largos y fuertes, sus tetas (más que descritas ya) saltaban levemente por cada paso que daba hacia mi.

Hacia mi.

Ahora sí tengo que reconocer, que mi polla se esfumó. Supongo que con 18 años somos muy valientes cuando hablamos de tías o cuando nos la meneamos delante de un "Interviú" pero cuando una chica se nos acerca semi desnuda se nos viene todo abajo.

No te asustes hombre, que no como – Me dijo mi prima muy seria

No estoy asustado, pero…. – Comencé a decir

Pero nunca has hecho nada con una chica ¿verdad? – Me interrumpió ella

Mi cara se encendió aún más.

Me tomó las rodillas y me las abrió, se colocó de pié entre mis piernas, elevó una de sus rodillas y la colocó encima del sofá, a mi lado, luego hizo lo mismo con la otra. Hasta que se quedó a horcajadas sobre mi. Con "mis" dos tetas, que eran las suyas, a escasos diez centímetros de mi cara.

Saca la lengua primo – Me susurró

Así lo hice, no tenía pensado discutir

Cuando mi lengua estaba fuera, ella tomó un pecho con su mano y llevó su pezón hacía mi lengua, arrastrándolo sobre ella. El sabor fue increíble, distinto a lo que jamás había probado antes. Ella suspiró, yo me estremecí y mi polla revivió.

Ahora chúpalo suavemente, como si fuera un biberón – Me volvió a susurrar

Así lo hice, ella mantenía su pecho sujeto por debajo con su mano y yo, como un bebé, comencé a chupar despacio de su teta. ¡Qué sensación! Increíble, ella respiraba más fuerte. Mi lengua jugaba con su pezón, mientras que mis labios apretaban con ternura su carne.

Seguidamente, ella separó su pecho de mi boca.

Que bien lo haces primito, ahora vamos a chupar la otra – Me dijo acariciándome la mejilla

Así repetimos la operación con su otro pecho, igual de sabroso, igual de perfecto.

Ana volvía a tener ese brillo en los ojos y no era por sueño.

¿Te la han machacado alguna vez? – Me preguntó mientras se separaba y se arrodillaba frente a mi

No, nunca – Le respondí

Bien – Concluyó

De rodillas, se acerco a mi.

Debido quizás a mi inconsciencia cerré las piernas. Ella tomó mis rodillas con sus manos y me las volvió a abrir.

No te preocupes, estoy segura de que te va a gustar – Me susurro mirándome desde abajo.

Dejé que las abriera y que su cabeza bajara. Mi polla estaba reposando, en semi erección, contra mi entrepierna.

Ana la tomó con una mano.

No pinta nada mal primo – Dijo mirándola

La comenzó a mover muy despacio de arriba a abajo. Yo me creía en la gloria, en el paraíso, mi carne comenzó a crecer inmediatamente. La cara de Ana recibió este aumento de tamaño con una sonrisa. El movimiento de su mano se aceleró un poco más.

Recliné la cabeza acalla atrás en un gesto de placer. Cerré los ojos y disfruté de la primera paja que me hacían.

Ana apoyaba su otra mano en mi pierna, el ritmo ya era más masculino, me resultaba familiar, puesto que había acelerado hasta la velocidad de una masturbación normal. No creo que hubiera aguantado mucho, Ana debió leerme la mente puesto que paró en seco.

¿Supongo que tampoco te la habrán chupando nunca verdad? – Me preguntó mientras miraba mi ya bastante dura polla.

No, nunca – Respondí bastante entero

Vale – Dijo cariñosamente.

Esta vez tomó la polla con las dos manos desde su base, apretando bastante. Acerco sus labios a la cabeza roja y brillante, y la besó solo con los labios suave y brevemente.

Me sentí morir de impaciencia y de placer.

De repente y de un solo golpe se metió mi polla hasta que los labios tocaron sus propios dedos que aún la agarraban y se quedó ahí, apretando con sus labios, lengua y paladar mi carne que estaba a punto de explotar de placer.

Comencé a gemir y a respirar fuertemente cuando de repente me encontré unos dedos que buscaban acallarme metiéndose en mi boca. Entre tanto placer se me olvidaba que mis tíos estaban durmiendo en su habitación. Chupé esos dedos que sabían a sexo, que buscaban mi lengua, mientras Ana daba buena cuenta de mi polla ya a una velocidad interesante.

Notaba como el calor se me concentraba en mi entrepierna, notaba como su mano libre masajeaba mis huevos. Miré hacía abajo y la vi, con la cara desencajada, los ojos cerrados, chupando mi verga como una posesa. No me daba respiro, ni un lametazo, ni una palabra, nada, solo chupaba de arriba a bajo, apretando con sus labios y lengua.

Con la mano que tenía en mi boca me tomo una de las mías y me la llevó hasta su cabeza, para que yo le marcara el ritmo, así lo hice. No le bastaba, me tomó la otra mano y también me la colocó sobre su cabeza. Ahora sentía el poder de ordenar yo mismo. Comencé a marcar su propio ritmo con mis manos, luego lo aumenté un poco más, sin que ella se quejara, más tarde lo disminuí. Ella empujó su cabeza hacia fuera para soltar mi polla, yo, por supuesto, la dejé libre.

¿Te está gustando? – Me pregunto mientras se lamía la comisura de los labios

Mucho – Le respondí, sobándome la polla

¿Quieres correrte? –

Sí –

¿Dónde? – Me preguntó

¿Dónde? – Le respondí

Soltó una leve risita y aún de rodillas, se incorporó y pegó sus tetas a mi polla. Yo estaba excitadamente perdido, no sabía que me iba a hacer.

Su siguiente movimiento me lo aclaró… "La famosa cubana" pensé.

Ni en mis mejores fantasías

Tomó los pechos con sus manos y a la vez acomodó mi durísima polla entre sus calientes y mullidas tetas. Solo tuvo que apretar las tetas un poco y mi trozo de carne humeante quedó totalmente apretado entre ellas y así, comenzó a subir y bajar sus tetas.

No sabía que hacer, gemía susurrando mi respiración, con mis manos le tocaba los pezones, le acariciaba la parte de arriba de mis tetas. Ella por su parte, cada vez que podía sacaba la lengua y acariciaba mi capullo con la puntita. Yo no podía más

Mi "aauummmppfff" le ayudó a saber que me iba a correr inmediatamente. Con lo cual simplemente liberó mi polla de sus tetas y continuó pajeando son su mano, rápidamente. Justo cuando vio que de mi capullo empezaba a salir un líquido blanco, se agachó rauda y comenzó a sorber con su boca, bebiéndomelo todo. Es una sensación increíble, mis brazos se movían, no sabían donde aterrizar, cuando recordé donde le gustaba a mi prima. Le tomé la cabeza con ambas manos, ella lo notó y de inmediato comenzó a gemir mientras aún bebía mi corrida.

Cuando acabé de correrme, y ella de beberlo, se separó de mi mirándome a los ojos, relamiéndose.

¿Te ha gustado? –

Mucho – Logré responder

A mi también – Me dijo mientras se ponía de pie.

Se acercó y me dio un beso en cada mejilla, se volvió a por su camiseta del pijama y se encaminó a su habitación.

No se lo digas a tus amigos ¿eh? – Me dijo desde la puerta

No lo haré – Le respondí subiéndome el pantalón del pijama

En la cama, no pegué ojo, solo pensaba si lo que había sucedido había sido real o un sueño.

La conversación con mis tíos mientras desayunábamos los cuatro me confirmaron que fue real.

Vaya lío que teníais ayer de noche ¿eh? – Dijo mi tía sin levantar la vista de la tostada

No nos dejasteis pegar ojo hasta que os fuisteis a la cama – Argumentó mi tío

Yo no sabía donde meterme.

Mi prima desayunaba como si nada.

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